¿Cuántas veces has escondido los productos menstruales como si fueran un arma? ¿Recuerdas algún episodio traumático relacionado con la sangre? ¿Fuiste la última en salir del aula porque habías manchado la silla? ¿Podías pensar en otra cosa durante la clase?

 

La regla sigue siendo motivo de vergüenza, estrés y bochorno. Queremos cambiarlo con alegría de vivirla. Con todas nuestras vergüenzas vamos a levantar un muro. Un muro que nos permita menstruar dignas y seguras. Un muro que nos proteja del estigma y nos libre del rechazo. 

 

Pon tu piedra. Saca ese recuerdo pesado de la mochila y colócalo aquí abajo, en el muro. Comparte tus experiencias menstruales vergonzantes, cualquier episodio que hayas visto o vivido desde la vergüenza.

 
 
 
 
16 testimonios
Meta
No es algo que haya compartido antes, igual sólo en un par de ocasiones y con amigas y nunca lo he hablado con mis padres. No conté a nadie mis primeras menstruaciones, de hecho escondía mi ropa interior para que nadie lo supiera, creo que tenía entre vergüenza y miedo. No recuerdo haber tenido una conversación sobre ello con mi madre, ni menos mi padre, supongo que con el tiempo y hablando con mis amigas me fui conociendo a mi con mi menstruación.
María
La primera vez que me tuve que poner un tampax recuerdo gastar una caja entera porque no sabía como ponerlo y me molestaba muchísimo, hasta que lo logré, probando con diferentes marcas y tamaños. Después les llegó el turno a alguna amiga y a mi hermana a las que ayudé diciéndoles como tenían que colocárselo, porque no sabían. Lo que demuestra que la desinformación ante estos casos es un reflejo de la vergüenza que la sociedad muestra hacia la menstruación.
María
Recuerdo mi primera regla como si fuera hoy, y también lo contenta que estaba porque supuestamente...¡Ya era una mujer! Para mi era un momento histórico en mi vida y solo quería contárselo a todo el mundo. Ya os podéis imaginar las reacciones que causaba mi gran noticia y cómo empecé a comprender que era un tema tabú, incluso con mis amigas, que también la tenían. Así empezó la vegüenza por tener la regla. Las siguientes acciones eran esconder las compresas o los tampax en un bolsillo, o donde pudiera, cada vez que me tenía que ir a cambiar en un lugar público, escuchar comentarios de "hueles a regla" o "te has olvidado la compresa en el baño, ¡que asco!", y sentir culpa por haber manchado un sofá sin darme cuenta, agachando la cabeza al tener que decirlo y explicando que es que estaba sangrando muchísimo y que lo sentía.
L
Los primeros veranos con la regla y no bañarme esa semana por miedo a ponerme un tampax.. me creia que era el fin del mundo. Esa semana de verano para mi era un drama, hasta que una amiga me enseñó a cómo ponerme un tampax (ahi venia la preocupación de que no se viera el hilito) y no pederme planes de verano
R
Como todo lo que gira en torno a la regla es un tabú, su ausencia también lo es. Pasé una buena parte de mi adolescencia enfrentándome a la anorexia, como muchas chicas millennials bombardeadas por la estética de la delgadez de los años 2000. Hasta que, en un punto en el que mi estado ya se estaba volviendo serio, dejé de tener la regla. Pasaron seis meses hasta que mi madre se dio cuenta de que no estaba usando los productos menstruales que comprábamos. Como tengo una hermana de edad cercana, era comprensible que ella no se percatara porque ambas usábamos los mismos productos. Nunca me sentí cómoda hablando de este tema con ella, debido al trastorno alimentario, pero también por tener que hablar sobre la menstruación. Tal vez, si nuestra generación hubiera tenido la oportunidad de recibir una educación menstrual que fuera más allá del sistema reproductivo en las clases de biología y abordara todos los aspectos culturales y emocionales sobre la regla y la salud menstrual, podría haber sido un impulso para salir antes de mi cuadro de anorexia, y podría haber pedido ayuda con más facilidad. Gracias por vuestro trabajo, CromosomosX
Almadecantaro
La forma que tenían mis compañeros de clase de reírse de mí era decirme “Se te cayó la compresa” yo picaba siempre y me agobiaba un montón.
I
Estaba en un campamento de verano y, con tan mala suerte, que me vino la regla. No quería dejar de bañarme en la playa o piscina por ello, pues llamaría la atención y tampoco quería privarme de esa diversión. Pero nunca me había puesto un tampón, eran de mis primeras reglas. Cuando se lo dije a las monitoras, insistieron en ayudarme. Fue toda una odisea, creía que mi cuerpo no siquiera tenía cabida para eso. A duras penas, mejor o peor, entró, pero no pude remediar pasarme todos esos días de baño preocupada por si la salir del agua tenía el bikini o las piernas manchadas de sangre. Entonces todo el mundo lo sabría, como si tuviera algo que esconder...
Lorena
Hace como dos años mi novio me mandó la foto de un coágulo seco en la ducha diciéndome que me había pasado de la raya. Menos mal que ahora es mi exnovio.
Lorena
La artista paquistaní Rupi Kaur fue censurada en Instagram por subir una mancha de menstruación. Había colgado una colección de imágenes llamada Period en Tumblr porque quería desmitificar la menstruación y poder mostrarla como un fenómeno natural entre las mujeres… Un cometido que Instagram truncó al eliminarlas de la red social por violar su política de empresa y que encontró en Facebook el apoyo que necesitaba. En cuestión de días, esta fotografía ha cosechado 70.000 likes y ha sido compartida más de 64.000 veces por los usuarios.
Bulgaria 24
Cuando me vino la menstruación nadie me había contado qué era aquello. Yo no sabía nada y me asusté cuando vi que mis bragas estaban manchadas. Le pregunté a mi padre y me recomendó hablar con mi abuela. Mi abuela me dijo que no debía lavarme el pelo, ni ducharme ni comer cosas crudas durante los días que tenía la regla. Me dijo que aprendería a llevarlo en secreto.
S
Me dio vergüenza hablar de mi primera menstruación incluso con mi madre. Justo después de hacerlo lo contó delante de una amiga de mi hermana, la cual afirmó que qué bien, yo ya era toda una mujer... no entendí absolutamente nada.
L
Tenía 16 años. Estudiaba en un centro de alto rendimiento para deportistas. Ese día me tocaba ir a entrenar después de las tres horas matutinas de clases. Durante esas tres horas sangré muchísimo. A mi parecer, apenas paraba, era muy continuo. Me asusté mucho y se lo comenté a mi profesor de matemáticas. Me recomendó que fuese a ver al médico del centro y que no acudiese a entrenar, pues había perdido mucha sangre y estaba muy cansada. Acudí a mi entrenador y seguidamente al médico. Ninguno de los dos intentaron tranquilizarme, entenderme o acompañarme. El médico además me dijo que eso era normal, que otras deportistas también tenían reglas muy abundantes y acudían igual a entrenar, que no me quejara tanto. Les dije que así no iba a meterme a la piscina. Llamé a mi tía, que vivía cerca, y le pregunté si me acompañaba a urgencias del hospital. Fuimos a urgencias y, además de lo frío que era todo y lo asustada que yo estaba, había dos médicas internas de prácticas, más la ginecóloga más una enfermera. A esta última le doy las gracias porque fue la única que me tendió una mano al verme tan nerviosa. Nada más me senté en la camilla para la exploración, la ginecóloga, con aires de desprecio y cara de asco le dice a sus compañeras en prácticas "vaya por dios, ni siquiera se ha sacado el tampón", no me trató como si fuera una persona en ningún momento, se ceñía a ver "el caso" y comentárselo a sus aprendices. Si sangraba continuamente, tenía 16 años y no sabía que me iban a explorar la vagina, en lo último que pensé fue en sacarme el tampón. Esta historia continúa con más violencia obstétrica, pero se haría muy larga. Más humanidad desde el mundo médico, por favor.
B.
Estudiaba en Madrid. En una facultad de Somosaguas de la UCM. Por aquel entonces tenía unas reglas súper abundantes y, me pusiera lo que me pusiera para manejar la sangre, siempre me manchaba el pantalón, la cama, la silla del estudio... Un día normal de clase, llevábamos dos horas sentadas en el aula escuchando a la profesora. No noté nada pero, cuando me levanté para marcharme, tenía toda la silla manchada de sangre y mi legging de color gris clarito, totalmente rojo. Me dio tal vergüenza que me volví a sentar rápidamente, se lo comenté a mi amiga, esperamos a que todo el mundo saliese del aula, ella me dejó su chaqueta para ponérmela alrededor de la cintura, fuimos al baño a coger papel, agua y jabón y limpié la silla antes de marcharme de la facultad.
R
Estábamos manteniendo relaciones cuando me vino la regla. Se levantó de golpe enfadado y me soltó “esto se avisa, qué guarrada” y corrió a la ducha. Como si yo pudiera saber que iba a venirme la regla. Como si lo hubiera hecho para fastidiarlo. Se pasó la noche roncando mientras yo no podía dormir, con mi nudo en el estómago y mi inflamación en el útero.
A.
Estábamos repasando una coreografía por grupos, mi amiga llevaba un pirata blanco. Cuando le tocó, subió al escenario y otra amiga, corriendo se abalanzó sobre ella con una sudadera que se dejó puesta hasta que pudo volver a casa.
B.
Estaba en una reunión de trabajo en unas sillas altas con taburete, era verano y llevaba sandalias. Noté que me bajaba la regla y me senté sobre la pierna para proteger el taburete de la sangre. Cuando me moví vi que tenía el tobillo lleno de sangre. Cogí la servilleta del café y me limpié como pude la sangre que no se había secado, mientras, asentía como si me estuviera enterando de algo de lo que me decía aquella mujer.

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